sábado, 23 de octubre de 2010

El Cántico de las Criaturas

      
      El Cántico de las Criaturas o Del Hermano Sol, lo escribe san Francisco, ya achacoso, al final de sus días. San Francisco está ya prácticamente ciego. Apenas atisba sombras borrosas de las cosas, como quien mira a través de un grueso cristal esmerilado. Las ha de imaginar tal como las admiró siempre, tal como las amó, criaturas que modeló la mano alfarera de Dios y comprobó que eran buenas, que se correspondían armoniosamente con el divino proyecto creador. Eran sus hermanas. La hermana alondra, la hermana luna, la hermana cigarra, la hermana muerte.
El poema está redactado sobre la falsilla del salmo 148, Laudate Dominum, y traza como una declinación de pasos sucesivos invitando a todos los seres a alabar a Dios, encumbrándose al más alto, el hermano sol, para recalar en la tierra y el hombre mismo, pasando por la hermana luna, el relente, la lluvia, el agua, la tierra, el fuego. Hay en Francisco una nueva modalidad de ver la realidad, que anticipa los modos expresivos del Renacimiento, como es caracterizar las cosas adjetivando sus cualidades calificativas, como ocurre con el agua, que es pura y preciosa, o el fuego, cálido y luminoso. Lo más llamativo, ¡la hermana muerte!, que nos lleva, escalón a escalón, hasta las puertas del esplendor divino, dignísima hermana, pues.
Traducido a la mayoría de idiomas, lo está, de y muy logrado modo, al español, debido a la limpia pluma de Alonso de la Vega, cántico incluido en las horas del breviario o Liturgia de las Horas.
¡Unidos todos los hermanos a la voz entusiasta de Francisco, loado seas , mi Señor!
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario