A Madrid le abruma la gran cantidad de vehículos que adensa y entorpece la fluidez del tráfico. La masa de coches que se adueña de sus calles, condiciona de alguna manera la vida de la ciudad. La gente se agolpa en los semáforos, en las paradas de acceso al autobús, en los andenes del metro. Nadie está en su sitio. Todos van hacia él desasosegadamente, con la consiguiente pérdida de tiempo, que como una fuerza invisible lleva a bandazos a unos y otros de un lugar para otro. Pero esto ese la gran ciudad. Uno, al menos, de sus aspectos más visibles e incómodos.
Me acerco a una iglesia. Leo el horario de misas en la cancela y compruebo que desde dentro de poco, en días laborables, una primera de las celebraciones será a las 13h. ¿A las 13h? ¿Para qué entonce tanta prisa? Aunque bien mirado, cada vez hay más tiempo disponible para muchos y menos trabajo para tantos otros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario