Todo este largo prólogo del adviento al nacimiento de Jesús queda bañado por la alegría de cuantos participan de algún modo en los diferentes episodios que nos narran los evangelios de Mateo y Lucas.
Así es como se va creando, día tras día, un ambiente de jubilosa espera, que se acentúa de manera acelerada en la medida que el momento de florecer en Belén la gloria de Dios se nos acerca.
Reflexión
Nunca hubo tanto ángel revolando sobre los hombres como en ese tiempo glorioso que precede a la venida de Dios hecho carne nuestra. Nunca los hombres se acercaron tanto los unos a los otros como en estos momentos envueltos de luz. Nunca nos estuvo tan de cerca y se nos puso tan a mano. Bien merece María nuestra salutación jubilosa.
Celebremos que Jesús nos enseñara a ser y estar alegres siempre, porque gracias a él estamos en sus manos gozosas.
Rincón poético
TRISTEZA
En tu tristeza leo
las cartas que no escribes.
Días y noches
recostada en un llanto,
indiferente, sin decir
esta lágrima es mía.
Tiene cerrado a cal y canto
el corazón la puerta
que conduce al jardín.
Llegaba hasta tu alcoba la fragancia
amarilla que efunde el limonero,
la áspera del romero, la rosada
del geranios feraz.
¿Qué estrella se te roto
de modo que la noche invada el día?
Vives en una lágrima
y has tachado en los labios
la libélula azul donde a horcajadas
cabalga la sonrisa.
La tristeza es morada
como un golpe en la boca;
tiene aplastado el corazón
de tantos que lo pisan sin saberlo
como una rosa desangrada
en mitad del camino.
La tristeza eres tú;
duerme en tu almohada.
Y es una pena que Sibelius
interprete tu vida, que es sagrada.
(De El espejo de Dios)
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