martes, 10 de diciembre de 2013

La alegría de Dios

  Dios no es indiferente a nuestros desvíos, porque es un Dios atareado siempre en busca del hombre. Somos para Él más importantes de lo que podamos soñar. Se explica así que Dios no sea un dueño implacable que condena al pecador, sino un buen amigo que se alegra infinito del regreso de los exiliados de su corazón.
Es la alegría del padre al regreso del hijo pródigo, la alegría de dar con la oveja perdida, la alegría del hallazgo de la dracma perdida, la alegría por el don de la sencillez, la alegría de las bienaventuranzas. 

Reflexión

El centro de toda reflexión teológica ha de ser, pues, la alegría de Dios por nuestra santificación, de modo que trabajar por la salvación de los hombres, es trabajar por la alegría de Dios. No le neguemos a Dios la alegría de ser suyos.

Rincón poético

       EL DON DE DIOS 

No es fácil conocerte, si no se ama
la palabra en que estás, la que nos dice
quién eres tú, cuando te reconoce
entre nosotros la mirada
oscura de la fe. El amor tiene
un brasero escondido
donde la fe pone las manos,
como pone las suyas el mendigo
solicitando una limosna, humilde.
Quien no te reconoce cuando escruta
tu palabra y sopesa como un libro,
una silla, una piedra, tu verdad,
ni siquiera sospecha 
lo cerca que tú estás de su mirada,
y menos todavía el insondable
misterio de tu amor. Hace milagros
la fe,
pero más todavía
el prodigio en sí mismo 
del amor que nos tienes.
Pero andando el camino de sí mismo
no es fácil, Señor mío, nunca es fácil.

(De El espejo de Dios)

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