viernes, 13 de diciembre de 2013

Veleidad e indiferencia

Dice la Escritura: Si hubieras estado atento a mis mandatos, tu paz sería como un río, caudalosa, abundante.. Y lo que reprocha Jesús a sus contemporáneos es justamente esa indiferencia ante sus palabras.
Reprueba la inconsistencia de esa gente, para quien lo mismo da blanco que negro. Los niños que juegan a cantar, son su mejor imagen: tanto da entonar canciones alegres como cantos tristes. Nadie sabe lo que quiere. Tanto da una boda como un entierro. Y en esas condiciones de dejadez, no toma a pecho ni su propia salvación.
Jesús aplica esa superficialidad de criterio a las críticas que se hacen de la misión de Juan Bautista y de la suya propia. A Juan se le reprochaba su extremada austeridad; a Jesús, todo lo contrario, que viva de manera tan natural: come y bebe como los demás; luego es un glotón y un bebedor. 

Reflexión

Caricatura del rechazo

La triste interpretación de Juan o Jesús, es la caricatura de una realidad divina que sus contemporáneos no supieron entender, ya que  se cuidaban mucho de alternar con pecadores. Y así es como muchos  oyen la palabra de Jesús, pero no le siguen
Demos gracias a Jesús que, por nuestro bien, siga siendo amigo de los pecadores, amigo nuestro por tanto, y nos dé a beber y comer de su vino y de su pan. Quiera Dios aumentar el número de los comilones de su pan y los bebedores de su vino. Sin ese alimento espiritual, nadie logrará la necesaria fortaleza que exige la vida cristiana.

Rincón poético

         LA PAZ DE DIOS 

Mi descanso eres tú. Tu paz me abraza
como un niño a su madre. Me relaja
el corazón saber que entre tus manos
tu descanso me abriga.
No de otro modo, el mar
enternece y arrulla
el dormido reposo de la arena.
Necesito tu paz, saber que alienta
tu presencia escondida mis desvelos
por darte a conocer a cuantos honran,
sin saberte, sus dioses, los iconos 
superficiales de la frivolidad.
Necesito tu paz como la fuente
los secretos profundos de la lluvia,
como la soledad de la veleta
el abrazo del viento.
Tu paz, Dos mío, la que mece
en mi interior la mies,
la que llueve en el sauce, la que mana
de tus fértiles manos. No me niegues
esta brizna de paz que necesito.

(De El espejo de Dios)

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