domingo, 10 de noviembre de 2013

Dios de vivos

  El evangelio recoge una discusión entre Jesús y unos saduceos, que no creían en la resurrección de los muertos, en contra del común sentir del pueblo judío. Parten, como base de su argumento, de la ley del levirato. Levirato viene de levir, cuñado, porque la ley establecía que si una mujer, casada con alguien cuyos hermanos viven juntos, al quedar viuda y sin descendencia, otro de los hermanos la tomaría por esposa, bien que sus hijos se consideraban hijos del marido muerto.
Los saduceos constituían, más que una secta religiosa, un partido integrado por lo más granado del pueblo judío.  A él pertenecían notables, sacerdotes eminentes y los latifundistas de Israel, cada vez más ricos en las misma medida que los impuestos abusivos empobrecían a los pequeños hacendados. 
Tenían su propio criterio sobre la fe, que ellos decían que bebían directamente de Moisés, libre de adulteraciones humanas. Es la razón por la que tratan de ridiculizar otros credos, con el falso argumento de la viuda casada repetidamente. ¿Cuál de esos maridos será el suyo en la otra vida?¿Los siete a la vez? Jesús, tranquilamente, les muestra su equivocación, haciéndoles ver muy hábilmente que, en la otra vida, no existe necesidad alguna de matrimonio ni amor carnal, porque allí no habrá procreación: allí la historia ha concluido y el santo amor de Dios lo llenará todo.
  Jesús aprovecha la sorpresa y el silencio que ha provocado en ellos para ilustrarles todavía sobre el verdadero sentido de la resurrección, según las Escrituras, donde Dios se muestra como Dios de vivos, no de muertos, dice él. Para lo cual, recuerda a los Patriarcas, aduciendo muy oportunamente textos del único libro que admitían los saduceos, el Pentateuco.

Reflexión

Así es cómo comprendería san Pablo que Cristo, muerto y resucitado, es cabeza de la Iglesia. Una Iglesia, que a la manera de un cuerpo vivo al que habita el Espíritu de Dios, comprende a todos sus seguidores, vivos y peregrinantes aquí, y  muertos y resucitados con Cristo, más allá de esta vida.
Desde este punto de vista, los creyentes nos atenemos más a los beneficios constantes de la gracia y la luz resucitada de Cristo, por la que somos hijos de Dios, que a otros raciocinios y fantasmas que inventa la razón, ya que es la fe la que nos mueve. 

Rincón poético 

     LOS TALENTOS 

¿Cuáles son mis talentos, Señor mío?
¿Quien podrá enumerarlos
como se palpan las cuentas de un rosario?
Me los diste sin cuento,
pero yo, mi Señor, desorientado,
alguna vez, los encerré
en un cajón de mentida mesa.
¿cuales son, mi Señor?
La fe, saber que estás clavado
en mi debilidad, en mi torpeza
y hasta en la sinrazón de mis desvíos.
La clara confianza con que veo
tu horizonte ante mí.
Te los devolveré multiplicados, 
como grano que rinde diez espigas.
Será mi amor quien cuide la cosecha
mis días y mis noches,
siempre a punto la lámpara y su aceite,
porque confío en tu favor munífico.

( De El espejo de Dios)

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