sábado, 23 de noviembre de 2013

La mujer y los siete maridos

Los saduceos creen en Dios y en las Escrituras de origen mosaico, pero no creen en la resurrección. Y Jesús deshace la presunta prueba que le someten, argumentando que con la muerte lo que acaba es la historia terrena de los hombres, pero no su relación espiritual con Dios. En esa otra vida  ya no hay más amor que el de Dios y no cabe el matrimonio que cubre la necesidad en la tierra de procrear para la humanidad no se extinga.
No todo acaba tristemente con la muerte, por eso argumenta Jesús que Dios sigue siendo el Dios de Jacob, de Moisés, de los profetas todos. Y si sigue siendo Dios de tantos que viven, es que sigue siendo Dios de vivos.
De su vida participamos todos por gracia de Jesús, fuente de esa vida, con que Dios nos llena a nosotros ya ahora

Reflexión.

Templos de Dios

San Juan se lo revela a la samaritana; ya no harán falta un templo aquí y otro allá. Y san Pablo viene a decir otro tanto a sus comunidades: Sois templos del Espíritu Santo, sólo que él se expresa así para mover a cada uno en particular; tú eres templo del Espíritu santo. Por lo tanto, como Iglesia, constituimos un templo que habita Dios.
Allí donde os reunáis dos o tres en mi nombre, allí estoy yo, confirma Jesús en su evangelio. Y ese Espíritu que nos habita a nosotros, es el mismo que habitó y habita a Jesús, lo que nos emplaza a obrar de modo que esa identidad le testimonie dignamente.

Rincón poético

   CIRENEO DE CRISTO

Alguna vez, yo no sé cuando,
he visto a Dios. Llevaba,
tambaleante, incierto,
una cruz en los hombros,
como quien lleva temeroso
un débil corazón entre las manos.

Unas mujeres
lloraban doloridas en la orilla
de una la calleja oscura y mal oliente..
He visto a Dios. No sé dónde habrá sido.
No siempre reconoce la mirada
en un rostro quién es.¿Yo estuve acaso
en Judá alguna vez?

Cristo muere también en nuestra vida,
por las callejas que llevaos dentro
y habita tanta gente.
Cristo arrastró su cruz dentro de ti
salpicando tu cara con su sangre
e ibas muy cerca de él.
Tú eras su Cirineo.

(De El espejo de Dios) 

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