martes, 12 de noviembre de 2013

Siervos de Dios

La palabra siervo puede herir nuestra sensibilidad moderna. Para nuestra cultura de hoy, el siervo es una condición social contrapuesta a la del hombre libre. No es esto lo que Jesús predica, por más que, en tiempo de Jesús, los siervos en Israel se acercaban mucho, en cuanto al trato y educación, al de los hijos del señor. Unos y otros se educaban juntos y tenían los mismos derechos.
  Siervo, para Jesús, es quien se muestra servicial con los demás, quien hace por ver en los demás la realidad espiritual de Cristo, y le sirve con amor. Jesús no nos exige que renunciemos a nuestra dignidad personal, sino que elevemos el nivel de nuestra condición humana amando al otro como a nosotros mismos, lo que nos lleva a hacer por el otro lo que queremos que los demás hagan por nosotros. 
Y a estos cristianos serviciales, no sólo no les rebaja su dignidad, sino que les eleva al rango de amigos suyos. Ya no os considero siervos, sino amigos, nos dice en el evangelio de Juan, en la persona de sus discípulos.

Reflexión

Amigos de Dios

Siervos y amigos son “dos condiciones perfectamente compatibles y reconciliables del hombre: siervos y amigos, el servicio por amor de Dios y en amistad con Dios,” una condición entrañada en la otra, como dos caras de una misma moneda. 
Ganémonos a Dios con nuestra disponibilidad fraterna. Ganar a Dios es lo máximo a que podemos aspirar en esta vida.

Rincón poético

     TRISTEZA

En tu tristeza leo
las cartas que no escribes.
Días y noches
recostada en un llanto, 
indiferente, sin decir
esta lágrima es mía.
Tiene cerrado a cal y canto
el corazón la puerta
que llevaba al jardín.
Llegaba hasta tu alcoba la fragancia 
amarilla que efunde el limonero.
¿Qué estrella se te roto
de modo que la noche invada el día?
Vives en una lágrima
y has tachado en los labios
la libélula azul donde a horcajadas
cabalga la sonrisa.
La tristeza es morada
como un golpe en la boca;
tiene aplastado el corazón
de tantos que lo pisan sin saberlo
como una rosa desangrada
en mitad del camino.
La tristeza eres tú; 
duerme en tu almohada,
que es una pena que Sibelius
interprete tu vida, que es sagrada.

(De El espejo de Dios)

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