miércoles, 13 de noviembre de 2013

el leproso agradecido

Que Jesús cure a enfermos que no tienen cura, es un comportamiento habitual en él. Lo relevante de este pasaje es que, de los diez, sólo uno sea capaz de volver a quien le ha curado, para darles gracias por el impagable favor recibido. A nosotros nos parece natural, porque es la costumbre, agradecer los favores que nos hacen. Pero hay más. El leproso que regresa es hombre que cree en Jesús, se ha percatado de que es el Mesías, y su fe le salva. ¿Qué fue de los restantes? Sin duda alguna, carentes de fe, no tienen segura su salvación.
La pregunta de Jesús es inquietante. ¿Y los otros? ¿Dónde están? Es inquietante, porque también nosotros hemos recibido favores impagables de Dios, ya que le debemos todo: la vida, nuestra vocación cristiana, vivir en compañía de tantas personas que nos honran con su amistad. 

Reflexión

Sería triste que no supiéramos tampoco nosotros darle cumplido agradecimiento por todo lo que nos ha dado y nos sigue dando. No agradecerle con nuestra alabanza y una vida digna sus favores, sería tanto como no ir a él, como el leproso agradecido, alabando su bondad. Que no tenga que preguntar por ¿Y ese otro? ¿Dónde está?

Rincón poético

           VELEIDAD


El viento es aire hueco.
Es y no es. Grita enfadado
cabalgando en sí mismo, 
restallado su látigo 
en la espalda del aire,
presa de su frenético delirio
y azuzando a empellones
nubes espesas y caballo míticos,
destrozos de los cielos
de moras aplastadas y agonizantes lirios.
Deja de ser de pronto. Deja de respirar
agotado el impulso de su brío,
y es brisa, espuma o cabellera
suave como los besos de los niños.
Luego nada. Un erupto 
disimulado de aire frío.

(De El espejo de Dios)

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