jueves, 21 de noviembre de 2013

La paz de Dios

A la vista de Jerusalén, desde el monte de los Olivos, Jesús, dolorido, se lamenta de que en la ciudad de Dios, donde están las instituciones judías y los jefes religiosos y políticos de Israel, sus habitantes no conocen la paz.
Si conocieran la paz, qué no harían para vivirla intensamente, para recuperarla en tan duros momentos.
Esa paz es Cristo mismo, que con sus palabra y luego con su muerte nos pacifica, nos libera de nuestras ataduras mortales  y nos reconcilia con los demás hombres.
La paz es un don que concede el Espíritu de Dios a los hombres que la promueven en el mundo. Por eso, al hacerles partícipes de ese Espíritu divino, al enviarles a predicar, les pide que den la paz a quienes los acojan. Y resucitando, lo primero que hace al encontrarse con sus discípulos es transmitirles la paz de que él ya disfruta junto al Padre.

Reflexión

Paz y amor

Hay paz donde hay amor. Donde reina el odio, el egoísmo, la envidia, no queda sitio para la paz, que es lo contrario. La paz se vive, no se pacta. Donde hay paz, Dios no está muy lejos.
Merezcamos de Jesús que no se separe de nosotros y nos haga partícipes de su paz ya siempre. Que no sólo vivamos en paz, sino que vivamos su paz tranquilizadora, íntima, y su palabra ardiente.

Rincón poético

CANCIÓN PIADOSA

Decidme qué tiene
en las manos Dios.
No tiene una estrella,
no tiene una flor,
no tiene una fuente
ni tiene un azor
de mirada fija.
¿Qué tendrá el Señor?
Dios tiene en las manos
nuestro corazón.

( De El espejo de Dios)

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