Para Jesús el corazón el lo primero; él es el que surte de bondad al corazón del hombre. Y así, cuando dos personas echan su donativo en el arca de las ofrendas, una más, porque puede, y otra menos, porque es pobre, Jesús prefiere el corazón de la segunda.
Aquella da de lo que le sobra, esta otra, pobre y viuda, da lo que tiene. Y en las cuentas espirituales de Dios, la mujer da más, porque lo da todo.
Reflexión
No es la cantidad lo que más suma en el libro de contabilidad de Dios, sino la calidad de la mano que hace el donativo.
En todo orden de cosas, démosle a Dios lo que entendamos que él nos pide, aún con dificultades. Todo, hasta la misma vida, nos lo ha dado Dios. Devolvámosle lo que entendamos que él quiere que demos.
¿POR QUÉ?
Te han roto, Señor, con rabia
para oscurecer tu voz.
Te han roto como se rompe
un muñeco o un jarrón.
Las cosas que les decías,
les hería el corazón,
y es que en tu verdad ardía
un incendio abrasador.
Te han roto como a un bandido
pies y manos, mi Señor.
Pero tus manos, ¿qué hicieron?
Dime, que lo sepa yo.
Tu palaba a más de un ciego
de su noche rescató;
si un denario te pedía
un pobre, le dabas dos;
devolvías a la vida
a quien la muerte enterró.
Era tu mano una venda
lenitiva del dolor.
Señor, ¿qué hiciste a los hombres?
Dime, que lo sepa yo.
En una cruz te mataron.
Déjame ser el ladrón.
(El espejo de Dios)
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