viernes, 23 de julio de 2010

Contrastes

Hay en la naturaleza como una ley no escrita que rige el equilibrio de las cosas. A un invierno excesivamente crudo, sucede un verano tórrido, sin transición apaciguadora que haga recaer gradualmente lo uno en lo otro. Se borra la primavera, reducida a escasos titubeos más o menos floridos, y desaparece el otoño, esa antigua playa de mórbidas arenas donde moría empalidecido el verano.
Todos los excesos son letales. Nunca esculpieron buenos modales exuberancias desaforadas ni gritos de frenesí. Por eso es dulce la sencillez franciscana y la afectividad doméstica de Teresa de Jesús. En cambio, el extremismo agresor mató a Cristo, que era manso y humilde de corazón. Menos mal que la sangre salvadora de su martirio -con su pequeño charco a los pies de la cruz-, nos salpicó a todos.

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