La fe es el eslabón que enciende la yesca del milagro. Es su detonante. Jesús en su pueblo apenas si puede ejercer como médico prodigioso, justamente porque no había fe en sus habitantes. Se resistían a creer en un simple hijo de carpintero.
Nazaret es un pueblo arisco de corazones apagados, porque si la fe es oscura, la falta de fe es ceguera opaca y profunda. Es curioso que Lucas observe que Jesús, acosado por sus paisanos, se escabulle como mejor puede y sin prisa se va alejando de ellos. No se aleja, no se alejó, se alejaba, dice él con aspecto verbal durativo; es decir, se iba alejando poco a poco. Claro, en Nazaret quedaba desolada, su Madre María.
A menudo, no es Jesús quien se aleja demorando su retirada remisa. Somos nosotros quienes nos distanciamos de él. Como si Jesús no creyera en nosotros.
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