Quien cree en mí, no morirá del todo, dice Jesús. La vuelta de lázaro a la vida es la prueba de que el Señor del sábado lo es también de la vida. Quien crea en él, que es creer en su palabra, identificado con sus verdades, no morirá nunca, porque su palabra es eterna. Es la promesa con que Jesús abre sus brazos a cuantos andan el camino que es él. La fe nos justifica, dice san Pablo, lavados con el agua redentora del perdón. La fe nos salva, dice Jesús, porque no sólo mueve montañas; mueve en favor nuestro el corazón de Dios.
Bagatela: El despertador
El despertador hace muy gravemente lo que se le manda: despertar a tal hora precisa, y él acata la orden y actúa a ciegas, con insólita puntualidad. El despertador es un reloj que cacarea la hora que se le asigna, justamente para eso, para escandalizar, en conformidad con lo que se espera de él. ¡Nada tan molesto como que un odioso cachivache te interrumpa el sueño de sopetón, y de agresiva manera! Hay despertadores chillones hasta el delirio, frenéticos, pertinaces, que te sacuden el sueño con ahínco dos y tres veces, impertérritos, como si les fuera algo en ello, a pesar de los manotazos con que se les impone imperativo silencio, bien que nadie está obligado a su uso, por otro lado insustituible, creo yo. Admitamos que la cólera que infiere en nuestro enfado no admite argumentación alguna. Nadie está obligado a hacer uso de él. Aun así, al que guste de prescindir de su contribución a un exacto y temprano despertar, les queda todavía el tradicional canto del gallo, no menos agudo y empingorotado. Aunque, ¿quedan todavía en algún sitio gallos que avisen al amanecer, a grito pelado, como siempre hicieron? Esta es la cuestión.
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