viernes, 1 de julio de 2011

La mansedumbre del corazón de Jesús

Jesús se define a sí mismo revelándonos la identidad de su corazón manso y humilde. Mansedumbre y humildad son modos de ser inseparables, lo que explica que, en la esfera opuesta de la conducta humana, el violento, humillando a otro con el desafuero de sus ofensas o el obrar descabellado, procede encaramado a su soberbia y despreciable altivez.
Jesús, al bendecir la mansedumbre en la ley evangélica de sus bienaventuranzas, invitaba a sus seguidores a ser como es él, que en la Pasión, frente a quienes le torturaban, no abrió la boca ni para quejarse.
No sabe amar quien no vive en paz. La mansedumbre es el umbral acogedor de la paz.
Reflexión: La calima
Arrecian los calores estivales y la gente, para mitigar sus rigores, recurre desde el eterno y juguetón abanico o el endeble pay.pay, al blanco aparato refrigerador, más efectivo, o al ventilador, fingidor de brisas domésticas. Y siempre, a cielo abierto, al refugio protector de la sombra y el chapuzón en el agua.
El excesivo calor nos lleva a añorar las mediocridades del otoño dulzón y la primavera tan pasajera siempre, cuando no fríamente infiel. No nos engañemos. El verano es, cuanto menos, inevitable. Y no carece de sus delicias exclusivas, como la descansada relajación de las vacaciones y el tórrido letargo de la playa.

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