sábado, 23 de julio de 2011

La vid y los sarmientos


Somos con Cristo o no somos. Pendemos de él como un fruto. No es aconsejable agitar la rama de la que podemos quedar privados. ¿Qué esperanza le queda al fruto que ha abandonado la rama y ha caído a tierra? Es su condenación a dejar de ser. Cristo es la vida que nosotros no tenemos, sino participada por él injertados de la suya. Abracémonos a la vida de Dios en la persona de Cristo. Su vida es imperecedera y puede serlo así también la nuestra. Más allá del horizonte fugaz de la vida humana, sólo podemos esperar el nuevo amanecer de su luz inmarcesible.
Bagatela: Bonanza

Y de pronto, un día, amanece el cielo tachonado de nubes blancas, y un viento fresco y continuo alivia el ardor de la calima. Es como si un desierto de calor sofocante se permitiera inopinadamente una pausa y detrás de unas dunas movedizas y ardientes, asomaran como por ensalmo las copas de unas palmeras rozagantes, tranquilas, y una lámina de aguas quietas al pie, donde se bañan las sombras azules del entorno. Es la verdadera hospitalidad del desierto. Porque también la vida los tiene. Mañana, casi seguro, el itinerario del verano volverá por sus fueros calurosos y el viento quedará enrojecido por el aliento de su boca incendiaria

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