miércoles, 13 de julio de 2011

La sencillez de la sabiduría


A Jesús le duele que exactamente la clase religiosa de Israel sea la que, en vez de respaldar su obra salvadora, sea quien con más ahínco se le oponga incomprensiblemente.
Son hombres entendidos, aunque faltos de sinceridad de vida, y su orgullo les impide entrar en consideración de lo que Jesús dice y hace.

Los sabios de verdad son gente sencilla. La humildad es la verdad, decía santa Teresa. Y no hay mayor pecado que creer saberlo todo acerca de Dios. Nadie conoce al Padre sino el Hijo, les desengaña Jesús, y por lo tanto, aquellos a quienes el Hijo conceda enseñarlos. De modo que la gente sencilla que escucha su palabra, sabe de Dios más que esos supuestos sabios, porque la palabra magistral de Jesús es reveladora de los misterios divinos.
El camino de la sabiduría es ése: saber arrodillarse humildemente ante la palabra luminosa de Dios y permanecer amablemente a la escucha. Y es que el corazón sigue teniendo razones que la inteligencia no alcanza a entender.

Reflexión: La televisión

Que la televisión es uno de los adelantos más notables y populares que ha concebido el hombre, nadie se atrevería a ponerlo en duda. Pero tampoco que para muchos se ha convertido en una servidumbre lamentable. Una cosa es usar provechosamente de las cosas y otra muy distinta abusar de ellas. En el abuso radica esa dependencia que supedita a muchos al despotismo del televisor.

Parecerá un contrasentido, pero a menudo, somos carceleros de nosotros mismos, cuando convertimos en brida de nuestra independencia moral lo que pudo ser libre apertura al bienestar. Somos inteligentes por naturaleza, sólo que no siempre sabemos serlo beneficiosamente. No culpemos a la cultura ni a la civilización de nuestros extravíos. En nuestra torpeza, no hay más chivo expiatorio que nosotros mismos. ¿No será entonces que lo que nos falta es una pizca de buena educación, ese valor cada día más escaso?

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