lunes, 4 de julio de 2011
Se reían de él
Mateo gusta de estructurar algunas de sus narraciones anidando un epìsodio dentro de otro para producir, cuando el relato lo requiere, efecto de transcurso de tiempo, como aquí, donde, desde que se le notifica a Jesús la gravedad de la niña hasta que ocurre su muerte, ha de transcurrir un cierto tiempo, el que corre mientras se desarrolla el acontecimiento de la hemorroisa. Se trata de dos relatos coincidentes en el tema, la decidida fe de Jairo y de la mujer aquejada de un daño singular porque, además del achaque en sí, la mantenía siempre impura. En el polo opuesto está el precipitado desdén hacia la palabra de Jesús de los músicos y demás asistentes a la casa del personaje. Jesús les insta a suspender el duelo, porque la niña no está muerta, simplemente duerme, y ante lo que consideran una ridícula ocurrencia, se ríen despectivamente de él. Luego sobrevendría la sorpresa, la admiración, el asombro ante lo inexplicable. Con Jesús, todo es posible.
Reflexión: Las golondrinas
Amanecen con las primeras luces surcando la claridad del cielo con raudos y repentinos quiebros ensortijando su vuelo. Las golondrinas son las ardillas del aire. La silueta oscura de la golondrina, con sus alas en media luna, es fina y delicada. Uno las ve enhebrando no se sabe qué misteriosos ocelos, giro tras giro, y piensa si no estarán firmando en los mismos cielos. Parecen lanzaderas locas en un telar azul.
No son avecillas cercanas, ya que el suelo les resulta adverso para remontar el vuelo. Prefieren el borde propicio de un abismo, que es lo que hace el diablo, también negro, amigo del carbón y de todo lo que arda. Pero sí han urbanizado sus nidos, acogidos al abrigo seguro de los alares protectores de nuestras casas.
No es difícil confundir la golondrina, de pecho blanco, con el vencejo, que lo tiene negro. Golondrina o vencejo. Tanto da.
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