Antes de enviar sus discípulos a predicar la inmediatez del reino a la gente, les pertrecha Jesús del oportuno bagaje espiritual, y entre otras advertencias les invita a la generosidad de dar con creces de lo que se nos da gratis.
Es una exhortación que invita a reflexionar sobre la esplendidez de su sentido: Dad gratis lo que se os ha dado también gratis a vosotros. Es decir, haced partícipes a todos vuestros oyentes de los bienes que se os dado con mano extendida. Nada os reservéis, sino el ser amables y generosos. Dios nos inunda de beneficios incontables; la cortesía de Dios nos enseña a hacer partícipes a los otros de nuestros favores. Seamos generosos, porque Dios es generoso, y demos gratis de lo que se nos ha dado gratis a nosotros.
Reflexión: La mimosa
Me ha llamado siempre la atención como algo mágico el automatismo de algunas plantas y flores que reaccionan, como si dispusieran de u sistema nervioso animal, a los estímulos externos que hieren su despreocupada quietud habitual. Son así las mal llamadas carnívoras o las sensitivas. No son más sensibles los cuernecillos portadores de ojos del caracol, aunque sus respuestas al daño externo recuerdan a las de hojas asustadizas y frágiles ramas de la mimosa. Se diría que rehuyen con sus maquinales aspavientos por incorrecto e invasivo el tacto del ser humano, como un niño medroso de la agresividad de un perro, tan amigo del hombre y a veces tan poco de los pequeños. Mimosa. Quien tan certeramente la bautizó, supo proceder con exquisita sensibilidad.
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