domingo, 10 de julio de 2011

La simiente de la palabra


La palabra es la misma para todos, dispersa a voleo por tierras de muy diversa regularidad y disposición ante su acogida. Jesús intenta que todos se esfuercen por prestarle atención para entenderla, y según la postura adoptada en consecuencia hacia la siembra de su palabra, al que tiene y produce, se le dará con creces; al que no, se le quitará el don mismo de la palabra que desecha de insensata manera. Y habrá entonces quien no logre entenderla por desviar su interés hacia sí mismo, quien sí la entiende, pero se desentiende de todo compromiso oneroso, y quien ni la entiende ni se preocupa por entenderla. Queda la gente sencilla que presta oídos al don de la palabra y la hace suya llevando a la práctica sus valores.

La simiente de la palabra sigue cayendo como lluvia pertinaz en campos desiguales. Entenderla es entrar en conocimiento de Dios, que nos desvela por ella los extremos de su exquisito amor. No le desilusionemos.

Reflexión: Un mirlo blanco

De una cosa o ser vivo muy deseable, pero de difícil adquisición, de dice que es un mirlo blanco; y es como encarecer su hallazgo, ya que una de las cosas más notables del mirlo es cu intenso color negro. Un mirlo blanco es poco menos que una ensoñación. Hay sin embargo otras cualidades que le definen positivamente, como la brillantez y belleza de su canto. El canto del mirlo es muy peculiar, no tan variado y enredadamente entretejido como el del esquivo ruiseñor, pero más sonoro e igualmente elaborado.

El mirlo se ha urbanizado en los últimos años y de las huertas inmediatas ha pasado al casco de la población, se ha adueñado de las altas antenas de Tv y ha hecho suyos los tejados de las casas.

El mirlo es ya un vecino tranquilo feliz. ¡Bienvenido a la civilización enriqueciendo el ambiente con sus trinos armoniosos!

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