viernes, 22 de julio de 2011

María Magdalena


Pocos santos tan populares como María Magdalena. Sigue a Jesús en compañía de otras santas mujeres, como Juana y Susana, y figura con la Virgen María, dolorida al pie de la cruz. Su fidelidad humilla a la de los mismos apóstoles, que desconcertados y asustadizos, al ver condenado a su maestro, huyen desconcertados llenos de pavor.

Buscó a Jesús cuando más necesitada estaba ella de su perdón, y le acompañó cuando más necesitado estaba él de la fidelidad de los suyos. Era natural de Naín, y probablemente ejerció su dudoso oficio en Mágdala, una población establecida a orillas del lago de Galilea, famosa por sus factorías de salazón de pescado, el célebre garum de los romanos, que la enriquecieron. El dinero corría abundante y favorecía el pecado.

María Magdalena se convirtió muy pronto en el ejemplo vivo de la conversión que predicaba Jesús; él era el camino y ella supo andarlo a tiempo. La tradición la ha convertido luego en penitente acérrima, oscurecida en algún lugar escondido. Los artistas la suelen pintar en una cueva expiando ya siempre sus culpas.
Renovemos la memoria de esta amiga de Jesús y hagamos lo posible por imitar sus virtudes.
convertida por él Juana y Susana. Y con las mujeres que seguían a Jesús hacia el Calvario, figura con la Virgen María, al pie de la cruz.
Su fidelidad es superior a la de los mismos apóstoles, que desconcertados y asustadizos, al ver condenado a su maestro, huyen desconcertados.

Buscó a Jesús cuando más necesitada estaba de su perdón, y le acomàñó cuando más necesitado estaba él de los suyos.
María era natural de Naín, y probablemente ejerció su dudoso oficio en Mágdala, una población establecida a orillas del lago de Galilea, con famosas factorías de salazón de pescado que la enriquecieron. El dinero corría abundante y favorecía el pecado.

María Magdalena se convirtió muy pronto en el ejemplo vivo de la conversión que predicaba Jesús; él era el camino y ella supo seguir sus huellas.
La tradición la ha convertido luego en penitente que acabó sus días en algún lugar escondido. Los artistas la suelen pintar expiando sus culpas en una cueva..
Que perdure siempre entre nosotros la memoria de esta amiga de Jesús y hagamos lo posible por imitar sus virtudes.


Bagatela:Las huellas de los años

Un poeta decía elegantemente de si mismo, referido a la edad: Voy contando mis años por relevos de rosas. No deja de ser una bella perífrasis. Pero nada nos dice en una persona la edad exacta que esos relevos primaverales van enumerando uno tras otro. No así los árboles.

De un árbol puede predicarse que es añoso. Y en efecto, haciendo una profunda incisión en el tronco se van descubriendo los círculos concéntricos inscritos en el corazón de su madera. Contándolos todos, sabemos al punto su edad. Es su fe de nacimiento natural e infalible. No lo diremos entonces de un árbol joven, tal vez frondoso, pero nunca añoso, porque no tiene edad.

¿Y en una palmera? La intimidad con que oculta púdicamente su edad la encina, pongo por caso, queda expuesta a la luz de los ojos curiosos de cuantos quieran contar los anillos que cada año van trepando, tronco arriba, inscritos en su madera. El hombre deja expuestos los síntomas de su edad, groso modo. Advertimos si es infante, joven o anciano, y poco más. Ha de acudir a los recursos de su sabiduría para documentar los hitos de sus años. Frente a la fatalidad de la naturaleza de los otros seres vivos, es la inteligencia la que ha de suplir tanta simplicidad. Aunque, ¿para qué más?

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