Jesús en el evangelio trata a Dios como Padre, un modo nuevo de relacionarse como él, los cristianos con Dios. Habla así con Dios en una oración en favor de la gente sencilla que ha sintonizado con él, a despecho de la arrogancia de los sabios. A la gente sencilla les revela Dios sus misterios. Los sabios ¡saben demasiado, y mientras los sencillos se ponen humildemente en manos de Dios, los letrados confían más en sí mismos que en Dios y su Hijo.
A Jesús debió de dolerle amargamente que quienes más obligados debían de sentirse de acoger su persona y respaldar su palabra salvadora, dirigentes cultos del templo, fueran los que con más ahínco se oponían, ciegos, a su obra salvadora. Ciegos sin remedio en el evangelio son los que no creen en él.
Creen saberlo todo, e ignoran lo más simple: viene el mesías esperado y no lo reconocen. La altivez les impide ver la verdad donde la verdad deslumbra.
Gente sencilla son sus apóstoles, sus discípulos y seguidores, labradores del campo o pescadores del lago. Y Ahí radica el consuelo de Jesús, en que el Padre capacite a los menos dotados para seguir y venerar su palabra.
Vale la pena inclinarse por la causa de Jesús.
Reflexión: Las palmeras
Las palmeras son uno de los árboles más representativos del paisaje ribereño. La palmera es esbelta de endurecido y anillado tronco rematado con la esponjada fronda de un penacho largas ramas deshilachadas, del que pende como dorada ubre el amplio manojo de su sabroso fruto.
Dicen que es originaria de antañones helechos millonarios que la paciente quietud del oasis salvó de la extinción. Los árabes extendieron su cálido cultivo por feraces tierras hispanas, con la doble finalidad de servirse del ella como ornamento vegetal de rahales, palacios y jardines, mientras, para su venta, se sometía al cogollo de sus hojas a un tratamiento de artificial oscuridad que dejase de color pálido sus hojas, para acompañar el júbilo evangélico de la procesión del domingo de Ramos.
Cada vez son más escasas desde su dudosa rentabilidad. Habría que protegerlas del olvido como signo de identidad que son del calido paisaje andaluz y levantino..
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