domingo, 27 de noviembre de 2011

Bienvenido el adviento

El adviento es tiempo de espera en el enviado de Dios que ya viene. Isaías había expresado la necesidad de que Dios se instalase entre los hombres para regenerar la justicia que los hombres habían corrompìdo con su conducta indigna, y se pone confiado en las manos de Dios, alfarero del hombre, para que modele nuestro barro según sus deseos. Es la esperanza en un mesías libertador de los profetas posteriores al exilio. Jesús nos insta a situarnos ante la historia, siempre alertados para no ser sorprendidos por el desastre final. El mundo no es para siempre. A todas luces, el mundo tiene un final. Y hay que asumir esa certeza a fin de afrontar mejor contratiempos y adversidades, y evitar hipotecar nuestro tiempo a costa de obsesiones e intereses mundanos que son la esclavitud de cada día. El adviento hace presente la venida del Señor en nuestra realidad espiritual para que nos despojemos de nuestro pasado, dejemos de ser como somos y vayamos ajustándonos a las exigencias de Dios, con motivo de la navidad como punto de encuentro de Dios con nosotros.

Reflexión: Un mediador poderosísimo

Cuando hablamos de mediadores pensamos en la Virgen o los santos. Pero hay más. Nunca Dios estuvo más cerca del hombre que cuando privaba su ordenada justicia o armonía con lo creado. Bajaba al paraíso por la tarde a pasear, que es un signo figurado de expresar la amistosa convivencia con el hombre, hasta que Adán, como niño altanero que se pone de puntillas para parecer más alto, introduce inconsciente la injusticia en el mundo. Dios se aleja no poco y de vez en cuando se deja oír valiéndose de terceros: jóvenes, visiones, sueños, ángeles. Jacob tuvo noticia de la excelencia de la mediación por la visión de una escalera poblada de ángeles, acodada en una nube y descansando en tierra a la sombra dormida del hombre. Y hay un mediador poderosísimo que no tiene rostro, la oración, que la Sagrada Escritura define como aroma de incienso que sube ensortijado en espirales hasta el corazón de Dios. Una observación a quien pueda interesar: él gusta de que le llamen Padre.

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