La palabra siervo puede herir nuestra sensibilidad moderna. Para nuestra cultura, el siervo encarna una baja condición social contrapuesta a la del hombre libre. No es esa servicialidad la que Jesús predica, por más que, en su tiempo, los siervos, en Israel, se acercaban mucho, en cuanto al trato y educación, al de los hijos del señor. Unos y otros se educaban juntos y tenían los mismos derechos. Siervo, para Jesús, es quien se muestra servicial con los demás, reflejando en sí mismo la realidad espiritual de la entrega sacrificial que hace por nosotros él. No nos exige que renunciemos a nuestra dignidad, sino que elevemos el nivel de nuestra condición humana amando al otro con fraternal solicitud. Ese tipo de servicialidad eleva el rango de lo hijos de Dios. Ya no os considero siervos, sino amigos, nos dice a los suyos Jesús en el evangelio de Juan. Ganémonos a Dios con nuestra disponibilidad fraterna, que es la mejor manera de ser como él.
Rerflexión: Ya hace frío
Ya hace frío, ese ramalazo de desabrimiento que encoge el ánimo. No excesivamente, pero ya hace frío, inaugurando tiempos de desazón, y la gente ha sacado ya del armario la arrugada ropa de abrigo. El frío es montaraz, como la zorra huidiza y la agresividad de las zarzas. El frío es un extraño; viene siempre de fuera; y a menudo, es el viento quien lo trae. El habitante de las antiguas glaciaciones, empezó a sobrevivir cuando descubrió la maravillosa cortesía doméstica del fuego. Resignarse a vivir polarizado entre hielos es como desafiar el sentido común. Este año apenas si hemos tenido otoño. A lo más, un tira y afloja entre verano extremo y aproximados atisbos de invierno, salvando esa otra estación o simple apeadero de lo uno para recalar en la devastación del frío. Pues, bien. Hoy hace frío, un frío húmedo de toalla que no se seca, que intenta transir el barro alfarero de nuestra existencia. La calle empieza a sernos desapacible y se está bien e ncasa. Válganos tan grato recogimiento.
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