jueves, 3 de noviembre de 2011

El buen Pastor

Los fariseos se resisten a sentarse a la mesa con Jesús, rodeado de publicanos y otros pecadores, porque no le reconocen como el Mesías salvador que es. Más bien, murmuran de su supuesta falta de sensibilidad. Jesús les replica con la parábola del pastor que sale en busca de la oveja perdida para reintegrarla a su grey. Los que escuchan sin temor de verse reflejados en esa oveja extraviada, aceptan su enseñanza provechosa y se alegran con él. Los fariseos ni se saben pecadores, por más que anden lejos de la luz con que Dios encauza hacia sí los pasos distraídos del hombre.
Conviene considerar de qué lado estamos nosotros, si entre los pecadores que buscan reconciliarse con Dios, o entre los que se resisten a volver a él con pronta y humilde contrición. Mientras tanto, Jesús nos busca, nos está buscando siempre anhelante, incluso cuando andamos más pendientes de nuestros asuntos que de la alegría que él siente cuando resolvemos volver a él con determinación.



Reflexión: El jardín olvidado

He leído en algún sitio el anuncio de una novela reciente, titulada El jardín olvidado. Ignoro su intriga y desarrollo.
Pocas cosas tan tristes como un jardín olvidado. Durante años he pasado por delante de una casa, tipo chalet, cercada por una verja roñosa, a la que se accedía por un corto tramo de escalera que, a un lado y otro, partía en dos un jardín. La casa la supuse abandonada, los cristales de las ventanas rotos y una persiana desvencijada colgando sesgadamente de una sola esquina. El jardín, olvidado por sus antiguos cuidadores, daba pena. Un jardín olvidado es como un icono de todos los olvidos y todas las ausencias. Un niño huérfano es un jardín olvidado, un anciano solitario, un obrero sin trabajo, el llanto a escondidas por un amigo muerto, son trasuntos de ese jardín que no tiene quien lo cuide, y es de agradecer que, llegada la primavera, entre el marasmo de vástagos espinosos de un rosal sin podar, asido a los barrotes de la verja, una rosa perfecta se asome por entre ellos y se haga querer y admirar, nimbada de enrojecida luz y sutil aroma.


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