
La Iglesia ha visto en ese gesto un rasgo fe digna de ser imitado y ha adoptado esa frase para confesar a Jesús en la eucaristía: Señor, no soy digno de ti, repetimos también nosotros.
Y es que los gestos dan expresividad y prestancia a los contenidos de nuestra fe. Son parte del lenguaje litúrgico. Y como tal lenguaje, nos sirven para hablar a los hombres y a Dios.
Que ese gesto educado del centurión nos enseñe a acatar la grandeza de quien viene a nuestra casa, cada vez que comulgamos con él.
Reflexión: la obra de arte actual
Confieso que, en general, no acabo de entender el arte pictórico actual, salvo contadas excepciones, seguramente porque ignoro las claves con que poder interpretarlo. Al preguntar a cierto pintor qué quería comunicar con un cuadro suyo, me dio a entender que era yo quien tenía que esforzarme en descubrir qué me decía a mí en concreto, porque cada cual tiene su visión particular. A mí no me decía nada y me dejaba, más que indiferente, pasmado. Hay pintores que hacen hablar al color, armónicamente combinadas su tintas en composiciones equilibradas de aparente simplicidad, que mueven gratamente la sensibilidad de quien las contempla. No faltan, por el contrario, quienes sugieren que, en un abigarrado mercado lleno de intereses espúreos, se está potenciando la rareza, lo exótico, lo misterioso o lo meramente decorativo, lejos del verdadero valor artístico de la obra de arte. Si es así, se está dando gato por liebre. Sólo que el tiempo es sabio discriminador de lo bueno y lo malo, y no sobrevivirá todo lo que carece de calidad. O estamos muy equivocados.
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