Jesús recomienda a los suyos que se mantengan libres, limpios de toda culpa y de todo agobio para no ser sorprendidos por el día final, que imagina como lazo tendido a los pies incautos del hombre. No hay más clave que permanecer alerta y en súplica para arrostrar lo que está al venir, ante la imagen luminosa de Cristo que está viniendo siempre.
Reflecxión: El madrugón de los gallos
¿Por qué madrugarán tanto los gallos? Su canto altanero rozando las estridencias del chillido, es como un aviso a la zorra de que se ande con cuidado, porque ya ha llegado el día. Por la cuenta que le trae a él, no llega nunca al desafío. A uno de ellos más chivato que otros le tocó la infeliz tarea de avisarle a Pedro, por tres veces, en escalonadas advertencias, que no fuese cobarde, que Jesús le andaba mirando.
Duermen celosamente vigilantes, dispuestos a dar el queo a las primeras de cambio. Y su altanería ha inspirado la costumbre de llamar gallito al hombre empinado y fanfarrón.
Hace años, exponía un pintor primerizo, en una galería de arte de Madrid, toda una serie de cuadros sobre gallos muy coloristas, que no eran sino un pretexto para combinar colores muy contrastados, chillones incluso, como la altivez del gallo. ¿Qué será de él?
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