Jesús echa a los mercaderes del atrio del templo, y justifica tal gesto citando la Escritura: Mi casa es casa de oración, no lugar ni excusa para negociar a expensas del culto debido a Dios. Se trataba de la venta de bueyes y ovejas para los sacrificios. La sacralidad del templo, viene a decir Jesús, lo abarca todo, desde el pórtico de entrada hasta el altar.¿Dónde quedaba la santidad responsable que había de suponerse en los dirigentes religiosos del país? Jesús es la verdad y declara siempre la verdad paladinamente, a lo que responden sus enemigos, contrariados, con la espada del odio. Nuestro templo es Dios mismo. Y en él, para los cristianos, el centro espiritual de toda la vida es la eucaristía. En ella se nos hace presente Cristo. Y su santidad, de que participamos al comulgar con él, nos invita a apartarlo todo para quedar a solas con la divina realeza de su amor. Todo lo demás hay que echarlo fuera a la manera de Cristo, como quien purifica un templo.
Reflexión: La cultura medieval
La cultura greco-latina alcanzó cotas meritísimas de sabiduría y sorprendentes realizaciones artísticas y arquitectónicas. La decadencia romana y la irrupción eslava, anidadas en el mismo imperio, arrollaron todo el saber antiguo y su organización administrativa. Fueron los monjes quienes rescataron con cuidadosa y ordenada dedicación, de los escombros del imperio, todo el saber escrito, copiando y acopiando libros, y conservándolos de siglo en siglo. Es el mantillo donde fructifica la sabiduría de los siglos medios. De los monasterios surgirán, en la baja edad media, los difusores de la antigua cultura, para edificar de logro en logro el humanismo, base del renacimiento y la edad moderna. No olvidemos, por ejemplo, que la universidad es feliz invento medieval. La edad media no es el rincón oscuro y retrógrado de la historia que interesados y necios infundios propagan, sino el recio puente que trasvasa los antiguos conocimientos a los cimientos del mundo moderno.
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