La gestión de los talentos habla del mayor o menor rendimiento que puede obtener de ellos nuestro esfuerzo.
Es fácil advertir el sentido trascendente que tiene toda la parábola, ya que se habla de un premio consistente en participar del banquete eterno de Dios, más allá de la vida. Se trata así del progreso espiritual de la gracia, que nos santifica mediante nuestra diligencia. Lo decisivo ha de ser entonces nuestra capacidad de aprovechamiento espiritual, distinto en cada persona porque es distinto el grado de santidad con que el hombre gestiona los dones con que es agraciado por Dios. La gracia es siempre de Dios; la copa donde el hombre la recibe y modela según su condición particular, difiere de una a otra persona.
Esa es nuestra responsabilidad. Saber poner a trabajar los dones concretos que Dios nos da, multiplicando sus beneficios. Los apóstoles le pedían a Jesús más fe, como motor de todo esfuerzo. Acrecer toda ganancia en el amor que le debemos a Dios, es el resultado de ese itinerario progresivo que nos abrirá la puerta del divino y opíparo banquete.
Reflexión: Tomado de un PPS, más o menos
¡Ahora sé que el silencio vale mas que mil palabras! Un periodista le hizo una entrevista a Dios y le preguntó: - ¿Qué es lo que más le sorprende a su divinidad del comportamiento humano? A lo que Dios repuso sin dudar: - Que los hombres se aburran de ser niños y quieran crecer rápidamente, para después ambicionar ser niños de nuevo. -Que desperdicien la salud para atesorar dinero y luego pierdan inevitablemente el dinero para recuperar la salud. -Que ansíen el futuro y olviden el presente, y, claro, así no viven ni el presente ni el futuro. -Que vivan como si nunca fuesen a morir y mueran como si nunca hubieran vivido. Quedé en silencio un rato y añadí: - Padre, ¿cuáles son las lecciones de vida que quieres que tus hijos aprendamos? Y esbozando una sonrisa, respondió: - Que aprendan que no pueden pretender que alguien los ame, sin dejarse amar; que lo mas valioso en la vida no es lo que tenemos, sino a quien tenemos; que una persona rica no es quien tiene mas, sino quien necesita menos; y que el dinero puede comprarlo todo, menos la felicidad. Hubo una breve pausa de silencio en que quedamos mirándonos, y seguidamente Dios, cerrando la nube blanca que lo envolvía, desapareció.
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