martes, 1 de junio de 2010

Amapolas en el tejado


En Aragón se les llama ababoles. No había ocurrido antes, que yo sepa, esto de unos ababoles adornando las húmedas tejas. Hay años de ababoles y otros que no o que apenas se dejan ver. Dependen de la lluvia, como el trigal, su hábitat y asilo natural. Este año tan anómalo, de copiosas lluvias, los ababoles nacen también copiosamente en todas partes, las orillas del río, los maizales incipiente de la Moratilla, las cunetas del camino y de modo insólito, hasta en el tejado del convento. Un tejado doblemente enrojecido, por las tejas en sí, y estos ababoles de corola tan frágil, tan efímeros, tan radiantes de roja luz, encaramados en lo más alto del convento, como queriendo enaltecer su belleza ardiente.

Nadie lo hubiera imaginado: un paisaje ondulado de tejas en la vertiente de un tejado conventual que da al claustro, embebidas las tejas por tanta agua como ha inundado la primavera. Una siembra dispersa, a boleo, de ababoles , rojos como heridas, sangrantes como puñaladas, en un tejado, en el tejado del convento. Se diría que, este año, la primavera viene por todo lo alto.

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