martes, 22 de junio de 2010

El pan bendito de San Antonio


El día trece, acabada la celebración eucarística y siguiendo una costumbre que se renueva año tras año, se bendijeron los panes de San Antonio, y acto seguido se procedió al reparto de tan cotidiano condumio entre la gente que en gran número concurrió al acto. Varios cestos fueron vaciando su contenido entre nuestros fieles, que atraídos por devoción tan antañona, llenaban a rebosar la nave de la iglesia. Era como un remedo de la multiplicación de los panes, allá junto al lago de Genesaret.

No lo decimos todo si nos limitamos a consignar que se mantiene viva esta costumbre, que cada año, cala aún más en el sentir piadoso de la gente, para quienes la devoción a san Antonio ocupa un lugar destacado entre sus invocaciones y preferencias.

San Antonio ha sido desde siempre uno de los santos más taumatúrgicos del santoral cristiano, y dado que dolencias, estrecheces y aprietos de toda suerte fatigan el ánimo de una sociedad cada vez más envejecida y maltrecha, el recurso a la poderosa intercesión del santo es uno de los arrimos más a la mano de que dispone el hombre de fe desde su desvalimiento.

Veámoslo con favorable disposición: la fe mueve montañas.

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