Vivimos en un mundo crispado y convulso, que lo ve todo desde la indignación y el rechazo. Y el resultado es semejante al de quien, cogido de una cuerda, pretende aguantar acalambrado en el aire, pataleando sobre un abismo.
Es necesario atemperar el ánimo y proclamar las ventajas de la tolerancia. Tolerancia para consigo mismo, ese amigo interior que quiere lo mejor para ti; conviene entonces estar a bien con nosotros mismos. Y tolerancia para con los demás, de modo que para ser comprensivo para con ellos, has de verte a ti mismo en él, ya que la mejor manera de tolerar al otro es saberle comprender. La tolerancia se injerta así en la comprensión.
Hay una regla dorada: Trátale al otro como tú mismo deseas ser tratado por él. Lo demás es altanería y egoísmo, dos modos de ser donde no suele habitar el sentido común.
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