domingo, 9 de octubre de 2011

Bodas del hijo del rey

El hijo del rey se casa. La parábola tiene un protagonista y locutor que es el que ordena y dirige toda la acción, Dios mismo, significado en el rey, que celebra la alianza de su Hijo, Jesús, con los hombres. La disposición de los invitados a acoger esta alianza es desigual. Los judíos más recalcitrantes, al rechazar a los profetas, rechazan a Jesús; un segundo grupo lo forman judíos bautizados, que después de experimentar el seguimiento de Cristo y sus apóstoles, desertan e intentan justificar su deserción. Y finalmente, están los gentiles, que sustituyendo a los invitados anteriormente, responden positivamente al compromiso de vivir según el llamamiento evangélico que predica la Iglesia. Destruido el templo por los romanos, el judaísmo entra en crisis, situación que los fariseos intentan resolver acabando con la pluralidad de sensibilidades religiosas. Fariseos y maestros de la ley adoptan una postura intransigente respecto a los demás grupos, sobre todo frente a los cristianos. El evangelio de Mateo habría que situarlo entre los años 80 y 90, cuando el enfrentamiento es mayor, al ser expulsada de la sinagoga la corriente cristiana. Como entonces, en los actuales momentos de crisis de fe que atraviesa el mundo occidental, tenemos que acreditar con hechos y palabras el evangelio que nos da a conocer a Cristo, con cuyos valores hemos de mantenernos firmes en la fe.

Considederación: Un libro viejo

Hay quienes se sienten felices entre amarillentos libros viejos. Son los empolvados rubíes de la cultura. Y de pronto, alguien nos regala un breviario de gran tamaño, impreso a dos tintas, con letra intencionadamente grande para facilitar su lectura, en el siglo XVII. Es llamativo el número de libros de literatura religiosa que se imprimen a lo largo de ese siglo y el siguiente, en muy buena parte predicables. La guerra de la Independencia y luego la desamortización fueron el hachazo que cortó esa vena fecunda. Han sido subsanados los desperfectos de breviario tan venerable, fruto del maltrato y el desaliño y el resultado es manifiestamente alentador. ¿Cuántos libros viejos de estimable valor por su antigüedad quedan abandonados en oscuros rincones de trasteros y solaneras, faltos de la mano que les devuelva un honroso lugar en un estante señero? Es de agradecer el estimable donativo.

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