El número de enviados esta vez, hace referencia a los 72 ancianos con que Moisés jerarquiza el pueblo de Dios, como el 12 representaba a las doce tribus. Y hay un personaje oculto que inspira a Jesús y mueve los hilos de tan feliz acontecimiento, el Espíritu divino, ese soplo desbordado de alegría que aparta a los sabios hueros en cosas fútiles y elogia a los sencillos de corazón que se saben a Dios, la sabiduría de los ángeles. Pero saberse a Dios constituye una asignatura que hay que impartir a los demás; no se puede ocultar como un don exclusivo e individual de unos pocos. Saberse a Dios comporta llevar a cabo su mandato de llevar a los otros el mensaje del reino, que es el mensaje de la Salvación. La salvación no es rescate de unos privilegiados, con la exclusión de los otros, sino purificación de todos los que se vuelvan a Dios y colaboren con él con ánimo de acercar Cristo a sus congéneres.
Considertación: Los mendigos
La experiencia enseña a ser un buen mendigo. Los mendigos saben donde situarse para pedir. No se colocan a la salida del bar, donde nadie da nada, ni corrientemente a la del supermercado, sino a la puerta de las iglesias, donde la caridad cristiana favorece la limosna.
Los mendigos saben cómo pedir. Antes demandaban por amor de Dios. ¿Quién se niega a dar algo por Dios? Hoy el pordiosero no tiene mucha razón de ser, lo que hace pensar. A veces, ellas, llevan un niño en brazos o muestran mutilaciones que inspiran a compasión. Dicen que la gente hoy día da poco o nada, que se nota la crisis. Cada día hay menos dinero, menos limosnas que repartir, y más pobres que se resignan a pedir, porque hay que vivir y no queda más remedio, faltos de trabajo los que desean recuperarlo. Los hay también que prefieren vivir en libertad frente a las limitaciones que impone depender de otro, vivir sujetos a alguien que exige rendimiento y rentabilidad, atados con la brida del horario laboral. Son pobres integrales, conscientes de serlo libremente. En definitiva, es pobre todo aquel que carece de algo y hay quienes carecen de muchas cosas; cariño, bienestar, un techo confortable, una familia, trabajo estable, fe y amor de Dios. Unos y otros merecen siempre nuestra compasión y respeto. Son pobres y Jesús se hace mirar en ellos.
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