domingo, 23 de octubre de 2011

El manfamiento más importante

Puede parecer extraño que los fariseos pregunten sobre cuál pueda ser el mandamiento más importante, si bien, más que ignorancia, demuestran confusión, fruto de haber multiplicado excesivamente los preceptos, actualizando mandamientos implícitos en la Ley. La respuesta de Jesús es de lo más simple, dada la costumbre de rezar la shemá varias veces al día, en cuya fórmula se incluye la urgencia de amar a Dios sobre todas las cosas. Aun así, Jesús no se limita a recordar tan divinas palabras, sino que recuerda, contrastándolo con el Levítico, cómo además hay que amar al prójimo. Y no disimula su preferencia por los más desvalidos, declarando que lo que hagan por uno de ellos, lo harán a su propia persona. Amar a las criaturas de Dios más desventuradas, es, pues, un modo certero de amarle a él. Hay así una jerarquía en el amor al otro: en primer lugar los pobres, porque si pedimos a Dios el pan de cada día, los más necesitados de ese pan deben figurar en primer lugar. Amemos entonces a los más desvalidos, si queremos complacer y honrar a Dios como él desea.



Reflexión: La biblioteca


La posibilidades de una biblioteca son innumerables, como la memoria del pasado; en ellas se forjan en buena parte los sabios. Su horizonte es inabarcable; nunca se dirá de una biblioteca que es exhaustiva, por muy monográfica que se pretenda. Y nunca lamentaremos bastante la desventura de bibliotecas nutridísimas que el fuego y la barbarie se llevaron por delante, reducidas a ceniza y olvido. La famosa de Alejandría, en la antigüedad, la de Éfeso que alimentó la de Alejandría, centenarias de monasterios que incultas culturas arrasaron en nombre de la ignorancia, el fanatismo y la brutalidad. Muy suficiente es la que habitualmente tengo a mi disposición y echo de menos raros ejemplares que existen, Dios sabe dónde, y no es fácil consultar. Siempre habrá en cada biblioteca afanosos estantes disponibles que nadie colmará del todo.

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