martes, 11 de octubre de 2011

La sinceridad

Cristo no cabía en aquella sociedad judía donde lo importante era el cumplimiento rutinario de las obras preceptuadas por la ley, ajena a la sinceridad de corazón.
Dios ha hecho al hombre por dentro y por fuera, y Jesús insiste una y otra vez en la integridad de nuestra vida, porque es desde el corazón, y no desde fuera, desde donde hay que vivir con Dios.
Entrad dentro de vosotros mismos cuando queráis orar y estar con el Padre, aconsejaba a sus discípulos. Pero aquí, se queja de cuidar las formas externas, por insignificantes que sean, mientras se descuida uno de honrar a Dios en la intimidad de nosotros mismos.
Jesús es la verdad misma y exige a quienes le sigan y quieran imitarle, una sinceridad plena e íntegra. Sólo ilumina y trasparece quien tiene dentro la luz. Hay que vivir por dentro la fe que ilumine a los demás, porque así es la luz de Cristo, que es la luz de la verdad.

Consideración: Por ejemplo

Con una cámara digital y el ordenador, puedes imprimir las fotos que acabas de hacer casi de inmediato. Una buena impresora y el correspondiente papel fotográfico te aseguran la calidad exigible a un fotograma cuidadoso.
Ya no se sabe en qué momento del curso de la vida estás viviendo, si en el presente o en un futuro que se te ha colado de rondón, porque no da tiempo a acostumbrarte a lo que constituye tu entorno ordinario. La misma cámara, el móvil nuestro de cada instante, la impresora que venía usando uno desde no hace tanto, pierden hoy toda su actualidad y prestaciones innovadoras impensadas ayer mismo. El tiempo ya no se desliza suavemente, ni pasa, ni corre; vuela a impulsos agigantados. Caes enfermo, y cuando te incorporas al cabo de unos días a la vida, las cosas ya no son como eran. Hasta los medicamentos se sustituyen unos a otros con celeridad. No es de extrañar que nosotros mismos nos hagamos viejos tan de prisa. Y créanme que lo siento.

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