martes, 4 de octubre de 2011

Jesús en casa de Marta

Jesús, de camino, se hospeda en casa de Marta. Este pasaje comprende tres puntos relevantes: la acogida que se le presta, el servicio de la mujer o diaconía y la escucha de la palabra significada en María. Jesús se muestra áspero con Marta. ¿Por qué? La acogida es positiva, y el servicio también, pero por encima de todo está la escucha de la palabra que no debe ser estorbada por otras actitudes, que más bien han se ser consecuencia de la primacía de la escucha. Los afanes y ajetreos de cada día no han de apagar el espíritu de intimidad y diálogo con Dios que ocurre en la oración, antes bien, ésta ha de iluminar y poner orden en aquellas otras dos nobles actitudes. El episodio nos declara cómo el amor mutuo sirve para que, en la comunidad cristiana ejemplarizada aquí, la mujer quede emancipada de las limitaciones que coartaban su libertad, contra la norma de la cultura judía que le impedía dar entrada en su casa a un hombre y servirle, en el libre ejercicio de la diaconía. La fe cristiana iguala a todos en la puesta en práctica de la palabra, que nos hace libres.

De amicitia o el don de la amistad


La visita inesperada de un amigo lejano, en momentos en que te rondan posibles síntomas confusos de una posible enfermedad o simple achaque cuya gravedad no sabes evaluar, es un alivio incapaz de cifrar en palabras, porque los sentimientos se sopesan, pero no se dejan definir. Y la satisfacción es tal que te olvidas de todo para disfrutar de la inapreciable amabilidad de los buenos. Es un don de Dios saber que en un rincón del mundo, no sólo Dios nos visita a su modo; también hay quienes te premian con el favor inmerecido de su afecto, ese valor humano que inspiró hermosos libros clásicos, que nunca mueren, porque no muere la amistad. Que lo diga Cicerón. ¡Gracias eternas a Dios y a los amigos, a quienes yo también quiero!

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