domingo, 2 de octubre de 2011

Los criados que el Señor envía periódicamente a la viña, símbolo de Israel, son los profetas que trasladan al pueblo su verdad divina. Jesús lamenta que fueran víctimas de las iras del populacho.
El corazón arisco de ese pueblo se vuelve a alzar contra Dios. Pueblo rebelde le llamará Ezequiel una y otra vez. No tolera que nadie fustigue sus vicios o les avisen de venideros castigos si no se da prisa por enmendar su conducta y volver a Dios. Y la voz ardiente de Isaías vaticinó que el Siervo paciente cargaría con el castigo de muchos
Nadie es profeta en su tierra, se había lamentado Jesús entre sus paisanos que acaban atropellándolo, un anticipo de lo que harían luego con él, en Jerusalén las autoridades civil y religiosa.
La parábola no puede ser más explícita. Queda claro que, rechazados todos los mediadores, Dios no duda en probar con su propio Hijo, como último recurso, también en vano: le dan muerte.

Es considerable la paciencia con que el Señor, dueño de la historia, da tiempo al tiempo, y vuelve esperanzado una y otra vez sobre sus empecatados deudores, hasta enviarles a su propio Hijo, jugándoselo todo por el todo, en un último intento por mostrarles el camino de la justicia. Un aviso para que no nos resistamos a la gracia de Dios y enfilemos el camino que va al Padre con fe, resueltos a hacer de su palabra nuestro compromiso.

Considetración

San Francisco no admitía en la fraternidad del convento de Los Ángeles a religiosos propensos a hablar sin tino sobre cosas superfluas. La santidad del lugar no lo hacía recomendable. Y uno piensa en las mil maneras de perder el tiempo, como los recursos vacíos que sirven de tema para animar la conversación.
Existía el gesto social de compartir amigablemente el tabaco para pasar el rato, sólo que ya no se fuma tanto ni allí a donde a uno le apetezca. Quedan todavía el tema siempre enervante del footbal, el del momento desalentador de la venta de la naranja y el del tiempo que hace, con variaciones sobre si llueve o no llueve , que si antes llovía más y mejor y que la culpa de todo la tiene el calentamiento global y no sé qué distraído partido político.
Yo sigo pensando que el silencio se nos convierte en un bien escaso y que sigue siendo una de las mejores maneras de emplear el tiempo. El silencio favorece el descanso, además de dejarnos pensar y tomar decisiones que hasta pueden ser importantes.

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