Jesús se lamenta de que, siendo tan fácil interpretar el tiempo atmosférico, resulte tan difícil interpretar los signos que nos hablan de realidades más relevantes.
El concilio llama signos de los tiempos a las incidencias con que Dios inspira cuál deba ser nuestra conducta en la historia. Signos que versan sobre la justicia que promueve la paz, el perdón reconciliador con los demás, la fidelidad que nos merece la palabra de Dios, la falta de disponibilidad para desbrozar los caminos del evangelio. La historia nos habla de Dios e importa interpretarla correctamente.
Conviene, pues, saber dónde estamos y discernir el lado de quienes ejercen el bien, de los que buscan el bienestar de todos, de los que se ocupan de los necesitados, de los que favorecen la propagación de la fe. Quizás nos falta luz y vocación para estar a la altura de las circunstancias.
Reflexión: El amor de Dios
Para el hombre, amar a Dios es un objetivo que está por encima de toda las cosas. Plegarse a su voluntad en todo, es su consecuencia inmediata, porque el que ama de verdad, se complace en identificar sus deseos con los de la persona amada.
Amar a otro es podar el instinto de amarse uno a sí mismo de modo excluyente. Amar a otro es vaciar el corazón de todo lo que es uno, para llenarlo de la presencia amable del otro. Por eso es tierno, educado y dadivoso el amor, y por eso Dios se apeó de sí mismo en la persona de Cristo, para llenarse prietamente de nuestro amor. Otra cosa muy distinta es que nosotros lo mereciéramos y que sepamos hacer otro tanto por él.
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