Jesús se identifica con los suyos en la adversidad. Cuentan con un lugar destacado entre los privilegiados de sus bienaventuranzas. Él sabe de rechazos como pocos y que tampoco sus inmediatos seguidores se van a librar de la repulsa de sus propios adversarios. - Quien a vosotros acoge, a mi me acoge. Quien a vosotros os persigue, les avisa, me está rechazando a mí, y quien me rechaza a mí, rechaza a Dios mismo, mi Padre. A Jesús no le han faltado nunca quienes le incordien en su persona y en la persona de los suyos. Su evangelio emplaza a cuantos, airados, se niegan a seguirle y se empeñan en seguir matándole. Es la sangre que gotea todavía de las heridas nunca restañadas de la cruz, la persecución que sigue dejando mártires por las cunetas de los caminos de Dios. Estos que veis ahora vistiendo blancas vestiduras...
De persona a persona, cero
Todos somos iguales ante la ley, pero no sólo ante la ley. Hay trabajos humildes y los hay casi honoríficos que dan lustre al que lo ejerce con sensatez y respeto, ya que caer en la altivez deshonra al que se estima sobre los demás. Como personas, no hay más vara de medir que la de la bondad y la honradez. La sencillez sería el antídoto de la avilantez del hombre. La sencillez honra por igual al hombre distinguido y al obrero llano. Por encima de todo, somos personas. Y, como decía un ilustre profesor, de hombre a hombre, cero.
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