martes, 6 de septiembre de 2011

Los Doce

Jesús es eminentemente religioso y dado a la oración. No podía ser de otro modo. Todo lo suyo es del Padre y todo lo del Padre es suyo, como explica él mismo. Hay una plena identidad entre ambos; en consecuencia, su vida es un diálogo entrañable y constante con Dios. Y consciente de que el Padre le ha enviado a realizar el proyecto salvador del hombre, suele retirarse a la espesura del monte para pulsar en todo momento la voluntad divina.
Lo hace de más notable manera en delicados momentos, cuando la decisión que le corresponde tomar requiere de él proceder con atinado acierto. En esta ocasión se sume en oración toda una noche, lo que prueba la importancia de acertar en la elección, entre sus numerosos discípulos, de los Doce que colaboren estrechamente con él y le acompañen en sus correrías evangélicas por las aldeas del lago y los montes próximos.

Ni qué decir tiene que la oración es la mejor brújula para acertar, al momento de pulsar cuáles sean los deseos de Dios sobre nuestra conducta en todo momento. Jesús es el ejemplo que hay que seguir, porque, congregados dos o tres fieles para rezar, todo lo que pidamos a Dios en su nombre nos será concedido.


Divagación: La vida es juego

Lo es en el ámbito infantil. Concluyen las vacaciones y niños y jóvenes acuden a sus colegios a que evalúen sus conocimientos en las disciplinas donde han dejado asignaturas pendientes, esos flecos dolorosos que quedan colgando de otra oportunidad a final de cada curso.
Todavía no hay clases, pero en los momentos de espera, comienzan ya los juegos en el patio de manera informal, porque donde hay un niño, el juego es su complemento indefectible. Y ya que indefectiblemente para el niño la vida es juego, la metodología, titubeando aún, viene conformando la enseñanza según pautas de juego, que creen dependencia y motive al estudiante a hacer amable el estudio.

Algo hay que inventar para que la enseñanza y la formación no sigan decayendo por la pendiente fácil de los límites actuales de la frustración y el desencanto.

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