
Divagación: Mi antigua celda de novicio
Eran los ya lejanos años de noviciado y primeros espinosos estudios de filosofia, en aquel monasterio venerable envuelto en un mar empinado de oscuros pinos verdes y agrisadas piteras. Recuerdo aquella luminosísima habitacioncilla donde a duras penas cabía un estornudo, con una ventana alta y estrecha como D. Quijote, abierta de par en par hacia el bosque oloroso y cercano, y un limpio cielo azul casi cegador. La cama, ¡qué digo cama!, un camastro con jergón embutido de ásperas y ruidosas hojas de maíz, una silla carcomida de la que no se adivinaba en que día del año se le rompería una pata, un estante con cuatro libros viejos y una fementida mesa raída como un saco. Y luz, mucha luz. Y silencio, todo el silencio del mundo. Y Dios llenándote de gloria y felicidad la humilde pobreza que empezaba a arraigar gozosamente en tu corazón.
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