lunes, 12 de septiembre de 2011

La fe y delicadeza del centurión


Lucas suele tratar bien a los romanos y aquí nos propone el gesto creyente de un centurión que se preocupa por su criado enfermo y recurre confiado a Jesús. El respeto y corrección con que se muestra ante Jesús se nota al pedirle que no se moleste en ir a su casa, honor del que no se siente merecedor; bastará con una palabra suya para que el enfermo sane. Jesús, conmovido, se vuelve a los suyos y les hace ver la fe en su palabra del oficial. La fe es el poderoso empujón que provoca en Jesús algunos de sus milagros. Bien que como dicen los entendidos, no es en los milagros donde descansa nuestra fe, sino en el misterio de Cristo, que un día, asesinado por los hombres, volverá a la vida resucitado.


Divagación: Los tiempos modernos

Un reloj electrónico me despierta con música, todos los días, a la hora estipulada entre los dos. Y hay que reconocer que es exquisitamente puntual en su cometido. Un poco escandaloso, eso sí. Y aunque no es precisamente una novedad, pocas veces un criado es tan fiel en su servicio y cuesta tan poco mantenerlo.
Habría que electrificarlo todo, las aceras, la compra diaria, los aviones, la ruidosa recogida de basuras a media noche, etc; no me atrevo a decir todavía que la lluvia, el mismo amanecer...Ya hay algo así: trenes de alta velocidad que pasan por delante de uno como un zumbido, de modo que los ves y ya no están, libros electrónicos, el correo, hornos para el pan, útiles de cocina, los motores que mueven los coches más modernos. El ordenador es el rey; se puede comprar por internet la lotería, billetes de tren o de avión, ordenadores, se puede realizar la declaración de la renta, gestiones administrativas, qué sé yo.
En un futuro más o menos inmediato, los robots limpiarán la casa, nos pondrán las pantuflas al llegar cansados a casa, interpretarán a Bach o a Bethoven para nuestro relax, nos cortarán el pelo, nos abanicarán en verano, llevarán los niños al colegio, etc.
Tiempos modernos no son los que ridiculizaba Charlot. Se quedó corto. Los tiempos modernos están ya aquí, a la vuelta de la esquina con su opípara oferta de cómodas oportunidades.

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