viernes, 9 de septiembre de 2011

El ciego que conduce a otro ciego


En los pasajes evangélicos de hoy y mañana, aparecen diversas sentencias, sólo unidas por palabras que hacen de enlace y facilitan su memoria: ojo, la medida, el árbol, la boca, la casa. Son recursos propios de culturas antiguas, que transmiten de memoria sus conocimientos. Y dado que confían el tesoro de su fe a la transmisión oral, han de desarrollar recursos memorísticos fiables.
La primitiva Iglesia de Jesús pertenece aún a esa época en la que la tradición se mantiene de boca en boca, hasta fijase por escrito para preservarla mejor. Son los evangelistas quienes ponen por escrito lo que han recibido de la tradición y han indagado en fuentes escritas. Y es que la Iglesia escribió en el corazón de los hombres, más que en los libros, las palabras entrañables de Jesús.

Entre esas sentencias, compara Jesús con el ciego que conduce a otro ciego, a quienes se dejan llevar por falsos profetas, de quienes hay que verificar antes la bondad o falsedad de lo que enseñan. Entre esa sentencia y la del que no ve en su ojo la viga, aunque sí la paja en ojo ajeno, hacen de enlace los términos ciego y ojo.
Antes que criticar a los demás, enseña Jesús, procurad ser lúcidos para con vosotros mismos, criticando lo que os afea todavía más a vosotros mismos.


Divagación: El manitas

Es una bendición contar en cualquier institución, incluida la familia, con ese personaje habilidoso capaz de arreglarlo todo. No es albañil ni mecánico ni fontanero, pero no hay baldosín, tuerca ni grifo que se le resista. Generalmente, le satisface saberse imprescindible y gozar de una rara prontitud en dar con la solución que exige cada desperfecto, cada arreglo. Es imaginativo y no le falta rapidez mental. Si le falta una herramienta, él mismo busca o se ingenia el modo de sustituirla.
Pudo haber sido un buen ingeniero, un ingenioso programador electrónico, un diligente maestro de obras, pero no lo echa en falta. De algún modo, él lo es todo a su medida, y en su hacendosa multiplicidad no tiene precio.

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