La parábola de los obreros de la viña contrapone la justicia distributiva de los hombres y la justicia divina de Dios. La Justicia distributiva que perfila y da a conocer la cultura helenista, establece el buen criterio de dar a cada uno lo que pe pertenece y corresponde. A ella apelan los obreros indignados de la viña. Es un término que con ese concepto no exiate en el AT., donde la justicia de Dios proclama la más estricta armonía entre los deseos de Dios y el hombre. El hombre que se atiene en todo a la divina voluntad, es justo en la práctica de su conducta para con él y los hombres. La justicia divina tiene asignado un sueldo, la salvación del hombre. Los jornaleros que pretenden ajustarse según la norma de la justicia distributiva en el ámbito de Dios, están cometiendo un serio dislate. La justicia de Dios no la miden criterios humanos, sino el amor de Dios, que da generosamente todos los que trabajan para él, la única moneda con que él paga dadivosamente a sus obreros, la eternidad junto en la gloria divina.
La escalera de Jacob
Una de las visiones bíblicas que más impacto han dejado en mi ánimo, es el sueño de Jacob en que unos ángeles transidos de luz y transparencia, suben y bajan por una escalera tendida entre el cielo y la tierra. Las sugerencias que permite esta visión son varias: la función de los ángeles como intermediarios entre Dios y los hombres, la viabilidad de acceder al umbral de Dios los limpios de corazón como si de una escalera asequible se tratase, la verdad luminosa de nuestros mejores sueños, que una vez despiertos tratamos golosos de prolongar, etc. Lo cierto es que esa escalera entre Dios y el hombre existe para quien acepta de Jesús el precepto de amar a Dios en los hombres. ¿Acaso amar a Dios no es emprender el vuelo hacia él, elevado sobre las cenizas de la maldad, el odio y la disolución?
No hay comentarios:
Publicar un comentario