lunes, 5 de septiembre de 2011
El paralítico del brazo intonso
El lugar es la sinagoga y en ella los personajes del relato ocupan tres planos. El lisiado, que queda situado en el centro de la nave, Jesús desafiando la perversión del descanso sabático, y al fondo, como emboscados en la oscuridad de su malicia, los fariseos, a la espera de ver si, contra lo que ellos entienden que no hay que hacer en sábado, le sorprenden curando al paciente. ¿Cómo no, si él enseña que hacer el bien a terceros es la mejor manera de honrar a Dios santificando así el descanso sabático?
Ya tienen un argumento para incriminarle y parlotean aparte entre sí, como a escondidas, estudiando la manera de acabar con él.
Pocas cosas dolían tanto a Jesús como esa falta de rectitud en quienes dirigían religiosamente al pueblo. Decía, por eso, de ellos que eran como el ciego que conduce a otro ciego.
Bagatelas
Acabo de oír no sin cierto entusiasmo unas composiciones musicales para piano, de Beethoven, que el compositor califica de bagatelas. Se trata de una forma compositiva ingeniosa, breve y ligera.
Bagatela es una cosa de escasa importancia. Por supuesto que una bagatela musical como la que acabo de oír, no tiene la envergadura de la sinfonía o el concierto, ni es una orquesta quien la interpreta, sino un virtuoso pianista, Jenö Jandó, en cuyas manos piruetean los dedos, pero a pesar del calificativo musical, tampoco se puede considerar una pieza insignificante. Son piezas juguetonas de escasa duración, de ritmo saltarín, vivo y jubiloso, pero llenas de graciosa sonoridad y armónica belleza. Bagatelas titulo yo, a veces, estas divagaciones baladíes mías de tan escaso relieve, escritas a vuelo de pluma sobre casi nada. Creo que aquí el término cabe de lleno en el menguado significado que le confieren el uso ordinario y el diccionario de la lengua.
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