martes, 20 de septiembre de 2011

La familia de Jesús


Carne y espíritu se oponen entre sí. Y precisamente invocando lazos naturales, quieren ver a Jesús sus familiares. Jesús corre peligro por intrigas que vienen urdiendo escribas y fariseos, pero no puede tolerar que nadie se interponga entre el proyecto salvador del Padre y su realización, por más que sus primos hermanos utilicen a su Madre como moneda de cambio. Y ha de recordar a cuantos le escuchan, que su familia en el reino de Dios son quienes escuchan y asimilan sus enseñanzas en cumplimiento de la divina voluntad. Así de claro. Hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo.

Comentario: La lámpara y el celemín

Estamos en la Palestina de Jesús. Según la costumbre, se enciende una lámpara de barro con aceite y una mecha para recibir a los invitados, colgándola de un candelero.
Con finalidad litúrgica, esa lámpara no debería apagarse, se la deja hasta que el aceite se agote. Para obtener la oscuridad, habría que ocultarla, pero esa no es su función, sino la de iluminar.
La sabiduría de esta sentencia no esta en su sentido literal sino en su significado metafórico. Jesús ha hablado ya de que hay que escuchar su palabra; ahora además quiere que esa palabra se difunda, como quien alza una luz, para darla a conocer, misión que nos afecta a todos. Hay que dar a conocer a Cristo, en medio de la oscuridad del mundo.

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