
Divagación: La dependencia del móvil
No sólo el tabaco, el alcohol y las drogas crean dependencia. Hay quien no se quita el móvil de la oreja ni para saltar un charco. Se habla de la alelada ensoñación de una tiza en manos de un tonto o algo así. El móvil es la tiza del alelamiento de muchos. En ellos, el móvil ha dejado de ser un artificio para el hombre, un instrumento a su servicio; el hombre es para el móvil, esclavizado a su imperiosa necesidad innecesaria. Los hay incluso, niños aún, que lo han convertido en algo así como su animal de compañía. Quitadles el móvil, y su vida perderá todo sentido. ¿Qué es la vida sin un móvil en que invertir el tiempo tonto de no hacer nada, en hablar con quien sea sin descanso y sin tino? El móvil es un horizonte abierto hacia la inmensidad de la nada, donde un lenguaje cargado de tópicos y frases hechas fluye a borbotones como una estela de insubstancialidad y sosería. El móvil propicia al usuario desmedido, un modo de estar, no un modo de ser. Hacen bien los colegios en prohibir el móvil, incompatible con la dedicación que la disciplina del estudio exige. Se comprenda o no, el móvil no lo es todo.
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