sábado, 27 de noviembre de 2010

El adviento, puerta del año litúrgico

        Ya en declive el año litúrgico actual que hemos venido celebrando con la festividad de Jesucristo, Rey del Universo, inauguramos un nuevo recorrido anual correspondiente al ciclo A. Son tres los ciclos litúrgicos, ángulos litúrgicos diferentes signados por las letras A, B y C, cada uno con lecturas propias que ilustran progresivamente su transcurso anual, hasta completar la totalidad del texto evangélico.
Los tres se inician con la andadura esperanzadora del adviento, iluminado siempre por la lectura casi continua de Isaías, desde una doble dimensión y sentido, referidos, uno de ellos, a la última venida de Cristo al final de los tiempos, y el otro al acontecimiento inaugural de su nacimiento, con un trazado de cuatro domingos gozosos. Andamos así un camino esperanzador, en compañía de dos figuras señeras, María, que encarnará al Salvador en su propia naturaleza, y de Juan, que además de pregonar ante las gentes la venida de Jesús, nos allanará el camino que conduce a él.
Es como si se entreabriera poco a poco una puerta hacia los primeros atisbos luminosos de un nuevo y tibio amanecer, que instalará la luminaria del sol en el centro del día que es la liturgia navideña del Salvador.
La actitud cristiana en tales fechas no difiere mucho de la del caminante ilusionado al que empuja la esperanza feliz de un hallazgo venturoso. Ángeles,  pastores y una estrella nos dirán solícitos el momento preciso de la llegada al sitio elegido por Dios, humildemente decorado con el oro fingido de unas pajas.

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