miércoles, 24 de noviembre de 2010

Un ventanal gótico en Cantavieja

         El visitante que llega a un pueblo donde el prestigio de su pasado histórico ha quedado anclado en su trazado y en la nobleza de sus monumentos, pasea más o menos curioso o distraído por sus calles, alguna de ellas serpenteante, como la calle mayor,  y retiene en la retina su monumentalidad más ostensible, bien que el cúmulo de espacios recorridos con escasa o ninguna detención, acaba por solapar pormenores menos llamativos, que el interés y las prisas no supieron destacar. Hay rincones, callejas, escudos nobiliarios y miradores artísticos que pasan desapercibidos a los menos avisados, atentos a lo que más llama la atención.
Consignemos que en la antigua plaza de Cantavieja, bastión que fue de enconados carlistas, figura un amplio ventanal, partido por dos finas y esbeltas columnas que rematan sus correspondientes lóbulos góticos de piedra blanca. El hueco da a un balcón con barandal minuciosamente forjado en hierro, que bien merece la pena detenerse reposadamente en su contemplación para llenarse uno de su encanto.
En el umbroso pasadizo del fondo que da al mirador, una viga muestra las hoscas hendiduras ocasionadas por la soga con que se ahorcaba a los forajidos. En la pared, una serie de rayas sucesivas grabadas en piedra, cuentan el número abominable de los sentenciados a tan ominoso final.

No hay comentarios:

Publicar un comentario